Kaplan y Sadock: Diferencia entre duelo y melancolía


"En 1917 Freud ofreció una diferenciación ya clásica entre el duelo normal (aflicción) y las reacciones anormales a la pérdida (melancolía). En su definición de duelo estaba implícito el reconocimiento de que se trata de una reacción que es el resultado no solo de la muerte de una persona amada sino que también puede surgir por pérdidas menos obvias, incluso como la de una abstracción ideal que ha asumido el lugar de una persona querida. Obviamente, Freud se refería a  la idea de pérdida per se, aunque manteniéndola todavía en un contexto interpersonal.

Freud caracterizó los rasgos distintivos del duelo de la siguiente forma: profunda decepción, falta de interés por el mundo exterior, disminuida capacidad para amar, inhibición de la actividad, conductas que son consideradas normales a pesar de su diferenciación con respecto a las actitudes normales. Sin embargo, la melancolía supone estos rasgos y otros más, a saber, la disminución de la autoestima considerada válida en la actualidad; es decir, una pérdida exagerada de la autoestima no es un aspecto notable del duelo normal por profunda que sea la decepción y la sensación de pérdida."


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Referencia bibliográfica:

Kaplan, H. y Sadock, B. (1991). Compendio de psiquiatría. (2a. ed.). México: Salvat Editores.

¿Todos tenemos algo de "psicólogos"?

En efecto, todos conocemos lo psíquico –percepciones, recuerdos, actos volitivos, fantasías, sentimientos, etc.-; lo conocemos porque lo hemos experimentado en nosotros mismos, y podemos tener también opinión sobre lo psíquico en los demás. Lo mismo ocurre en otros campos de la experiencia: por ejemplo, todo el mundo ha dejado caer un objeto o ha prendido una estufa... pero no se es físico por conocer que los objetos caen, o químico al saber que el propano enciende fácilmente. Hace falta poder explicar, decir cómo y bajo qué condiciones ocurren estos hechos: que los objetos caen de forma acelerada por una atracción entre dos masas, y que el propano enciende fácilmente puesto que su composición le permite reaccionar con el oxígeno bajo una menor cantidad de energía (calor). Y esto no basta. También hay que dominar los “cómos” del conocer: tanto en la psicología, como en las demás ciencias, se requiere de cierta sistematización y método en la aprehensión de los hechos, ciertas formas de obtener resultados similares independientemente de quién sea el investigador (muestreos, instrumentos, operacionalización de variables, criterios, métodos estadísticos o cualitativos, casuísticas, etc.).

Es así que un verdadero psicólogo necesitará, como en cualquier otra ciencia, de un adiestramiento, una fundamentación en el saber alcanzado, pero sobre todo una actitud científica que le preserve de arbitrios o simples opiniones.

Kaplan y Sadock: Rasgos comunes de las parafilias


Rasgos comunes de las parafilias (Kaplan y Sadock, 1991, p. 462). 
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Referencia bibliográfica

Kaplan, H. y Sadock, B. (1991). Compendio de psiquiatría. (2a. ed.). México: Salvat Editores.

L. Bellak: Los psicofármacos ayudan al terapeuta como la anestesia al cirujano


"Mí punto de vista de los psicofármacos como forma de intervención es que le ayudan al terapeuta en la forma que la anestesia auxilia al cirujano: le proveen el campo terapéutico en el cual trabajar. En terapia, con frecuencia son parte de las condiciones facilitadoras que hacen posible controlar suficientemente la ansiedad, los procesos de pensamiento perturbados o la depresión; para hacer posible que el paciente permanezca en la comunidad y continúe la psicoterapia, lo que de otra forma podría ser extremadamente difícil o imposible. La ansiedad de aproximación con frecuencia le impedirá al paciente enfrentar ciertos insights. En tales casos, los fármacos ansiolíticos son útiles para disminuir la ansiedad, al menos lo suficiente para que el paciente desee enfrentarse a sus problemas dentro de la terapia. En paciente con trastornos del pensamiento, las fenotiacinas pueden facilitar en gran medida la interacción a corto plazo o ayudar a controlar los impulsos que, de otra manera, serían demasiado desorganizantes. La proposición principal concerniente a la utilidad de los fármacos en conexión con la psicoterapia es que se utilizan los suficientes para facilitar la terapia pero no tanto que interfieran con la motivación para un trabajo terapéutico posterior, o que nuble los procesos cognoscitivos al punto que sea imposible que el paciente participe en el proceso psicoterapéutico (Bellak, 1993, p. 39)."


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Referencia bibliográfica

Bellak, L. (1993). Manual de psicoterapia breve, intensiva y de urgencia. México: Manual Moderno.